#ElPerúQueQueremos

La celebración de la vida y la muerte

Publicado: 2009-12-04

“La corrida de toros normal es una tragedia y no un deporte;

El toro tiene que morir.

En la corrida está la tragedia, a mi modo de ver,

Tan ordenada y tan disciplinada por un ritual preciso,

Que un espectador capaz de sentir la totalidad de ese ritual no puede separar los episodios”.

Ernest Hemingway

Las corridas son un arte. Es una expresión de supervivencia que el hombre antiguo instauró para probar su valía frente a la inexorabilidad de la naturaleza. Es el último reto de bravura. Es el trance de la muerte segura. La racionalidad y el instinto. Son dos criaturas arrinconadas peleando por su derecho a permanecer en pie, así como en la vida misma, desde que abrimos los ojos hasta que los cerramos.

Contrario a los argumentos prejuiciosos y exacerbados por el fanatismo propio del terrorismo verde que los grupos izquierdistas, new age, progres, ambientalistas -como PETA, Perú Antitaurino y otros- hacen muestra, las corridas han mantenido sus raíces desde el origen del hombre. Está en nuestro ADN como un legado irreprochable.

Desde la cacería incipiente registrada en las cuevas de Lascaux, el mito de Creta hasta Torero! -documental mexicano de 1956 nominado al Óscar- la icónica imagen del toro ha generado fascinación en el hombre. Goya, Pablo Picasso y Édouard Manet le dieron gran protagonismo en sus carreras y Hemingway a exaltarla en Death In The Afternoon, The Sun Also Rises y The Dangerous Summer. El arte alrededor de la tauromaquia es incontable.

Es que en la lucha del hombre contra la bestia, la plasticidad de los movimientos del matador, la excitación que hierve la sangre, el peligro y la gloria del brío, fuerza y arrojo del toro es el contrapeso al temple, color y osadía del hombre. Al sublimar esto se concibe la belleza inherente de la fiesta brava.

“Sí, en el toreo está presente la muerte, pero como aliada, como cómplice de la vida: la muerte hace de comparsa para que la vida se afirme”. Fernando Savater.

Si no fuera por estas características únicas las corridas no habrían llegado a este siglo. La Unión Europea subsidia en Francia (a través de su Ministerio de Cultura), Portugal y España a la industria taurina por su valor y trascendencia socio-económico y popular, y Hollywood celebra a una leyenda con Manolete -filme protagonizado por Adrien Brody y Penélope Cruz-; cada año San Fermín es el epicentro del mundo y como preludio a Navidad en México la Monumental ilumina el D.F.

La creencia de maltrato que hay alrededor de las corridas es un rumor malintencionado que denigra al afecto que tiene la Tauromaquia por su preciso objeto de embelesamiento, los toros. El ganado de lidia tienen una crianza privilegiada con el fin de exaltar sus características naturales. Al mismo estilo de los caballos y galgos de carrera.

Fiesta en los Andes

Quienes arguyen que las corridas es una imposición alienante se equivocan puesto que los pobladores andinos han convertido esta en una tradición de hondísimo significado antropológico y cultural. El Yawar Fiesta es una de las celebraciones más icónicas y definitorias del hombre autóctono.

Con sus raíces extendiéndose desde la Conquista, la Yawar Fiesta es la confrontación alegórica del toro (colonizador español, el hacendado, la figura de poder) contra el cóndor (el indígena, la herencia incáica) en un espectáculo bárbaro, trágico, de sufrimiento y de final adverso.

Los conceptos de honor, valentía, identidad, supervivencia y resarcimiento están ligados con la Fiesta de Sangre. En una tierra (el sur andino, Ayacucho, Apurímac) todavía dolida por el paso del europeo, esta tradición corre el riesgo del olvido producto de la desidia y la aplanadora superficialidad que conlleva muchas veces la globalización y el progreso económico.

Bien haría el Ministerio de Educación en enseñar y motivar la valoración de estos elementos del folklore del Perú profundo. No en vano, un insigne indigenista como José María Arguedas la explica detalladamente en el esencial Yawar Fiesta (1941).

“Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo", Federico García Lorca.

Por esa razón quienes critican las corridas de toros desconocen o hacen oídos sordos de su relevancia en la historia de la humanidad como un legado que pesa más que sus furibundas denuncias llenas de fanatismo.

El amor a los animales, y en particular al toro, no es una exclusividad de ellos, quienes siguen la Tauromaquia pueden dar fe de ello.

“El toreo es el arte que mejor expresa la vida,

La muerte, la astucia, el miedo,

El terror, la agonía,

La inteligencia y el buen gusto.

No hay en el mundo un ritual tan didáctico, trágico,

Bello como son los toros”.

Albert Boadella


Escrito por


Publicado en

Otras Posiciones

El discreto desencanto de la burguesía